Hablando ayer con un amigo que está escribiendo un libro de relatos, tuve la oportunidad de ojear algunos de ellos y hubo uno que me llamó la atención especialmente, un microrrelato que creo que es digno de mencionar, más si cabe en la fecha en la que nos encontramos, por eso pedí permiso para compartirlo con vosotros:
RENCOR
- Siéntate aquí, quiero tenerte cerca
-con serias dificultades para hablar, José apenas podía enlazar tres
palabras sin respirar.
- Hace veinte años que no nos vemos
- No es posible recuperar años perdidos en un instante, pero quiero
decirte algo
- Quizás sea mejor no decir nada
- … -no tuvo tiempo, el corazón
de José dejó de latir, “nada” fue la última palabra que escuchó de su hijo.
Juan, con semblante frío, se quitó de
encima la mano de José. Al salir de la habitación cruzó una mirada con su hermana
y se marchó.
El relato expresa lo que puede llegar a hacer el rencor en la vida de una persona. El típico final de esta historia que casi siempre vemos en las películas es justo al contrario de lo que aquí ocurre, y sinceramente pienso que este desenlace refleja con más exactitud la realidad. Cómo el rencor de las personas puede llegar hasta ese punto.
Personalmente pienso que nuestra forma de actuar en un momento como ése modifica algo en nuestro interior que hace cambiar el curso del resto de nuestra vida, porque no es posible vivir de la misma forma ante los dos posibles finales de esta historia. Y es que lo que mucha gente ignora es que el rencor es enemigo principalmente de la persona que lo porta, somos los principales perjudicados de nuestro rencor, porque el rencor es como la envidia, tenemos que cargarlo en nuestra mochila y nos hace daño a nosotros mismos. Esto enlaza con un punto muy importante y muy tratado en multitud de libros, documentales y demás, que podría ser tratado aquí algún día; la importancia del perdón, no para el que es perdonado, sino para la felicidad del que perdona.
Por un mundo sin rencores ni odios. Que pasen un Feliz Día de Navidad.